Desde que se vienen realizando las Conferencias de las Partes (COP) en la cita anual que compromete las decisiones planetarias al Convenio Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático CMNUCC), la voluntad colectiva se ha expresado en la mitigación y adaptación al cambio climático, como fenómeno global en el que estamos comprometidos como humanidad. El último reporte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) confirma y verifica, con datos científicos irrefutables, el peligro latente que significa el aumento gradual anual promedio de la temperatura de nuestro planeta Tierra.
Como comunidad, los humanos nos empeñamos en desconocer el beneficio y la dependencia de la Naturaleza, toda vez que las relaciones entre nuestra especie y las demás especies que pueblan la delgada capa de la biosfera muestran un desequilibrio alarmante a lo largo del pleistoceno, siendo acentuado dicho desequilibrio en los últimos 300 años. A partir de la primera revolución industrial y perpetuada hasta la última que estamos viviendo (quinta revolución, según las cuentas de los economistas contemporáneos), sin que hayamos dado pausa sostenida para su restauración natural (solo aquellos años relacionados con las pandemias como la fiebre negra – 1918 y la más reciente a partir de 2019 con el Coronavirus); aun así, las esperanzas y expectativas de contar con este aliado permanente que nos provee de servicios ecosistémicos – vitales en nuestra pervivencia como humanidad – nos vuelca de nuevo a su cuidado, pues nuestras vidas dependen de los múltiples beneficios que nos ofrece, incluyendo diversas soluciones a muchos de nuestros problemas.
Estas soluciones abarcan un amplio espectro desde los más antiguos, hasta problemas actuales como son la seguridad alimentaria, la reducción de la pobreza o la prevención de aparición de patógenos como el COVID-19. Esta dependencia de la naturaleza es reflejada en las diversas agendas ambientales globales, como la Carta de la Tierra (1992); el Desafío de Bonn-Latinoamérica (2016), el Convenio de Diversidad Biológica 2011-2020, la Agenda de Desarrollo de la ONU a 2030 y el Decenio de la Restauración Ecológica 2020-2030, donde se ha propuesto orientar los procesos de desarrollo social en equilibrio con la madre naturaleza o la Pachamama.
Para el caso doméstico, el cambio climático proyecta incrementos en la temperatura promedio y la precipitación anual para la zona noroeste de Suramérica, donde se aloja Colombia (IPCC, 2021). Esto se refleja en la pérdida de volumen de los glaciares, disminuciones de los principales nevados del país – “nieves perpetuas” como las conocimos en las clases de geografía en la escuela en los albores de los años 80´s – y por consiguiente aumentos de las inundaciones, deslizamientos y sequías. Aunque la contribución de Colombia al calentamiento global es mínima, con apenas un 0.6%, sus efectos repercuten enormemente en las comunidades más vulnerables.
Las Soluciones Basadas en la Naturaleza (SbN) son un concepto emergente que se refiere a las acciones que utilizan el poder de la naturaleza y los ecosistemas para abordar desafíos sociales urgentes como el cambio climático, la seguridad alimentaria o el riesgo de desastres (UICN, 2016). Las SbN se consideran un concepto sombrilla que se aplica desde diferentes enfoques, como por ejemplo solucionar problemas puntuales asociados a la restauración de territorios degradados hasta temas globales como el cambio climático. Que se basan en los ecosistemas para resolverlos, en lugar de depender solamente de las soluciones convencionales. Así mismo, las SbN pueden ser implementadas por individuos, colectivos sociales, organizaciones no gubernamentales, agremiaciones comunitarias, sectores privados, productivos o económicos y agentes del Estado en representación del sector público o la institucionalidad.
El mecanismo de compensaciones socioambientales visto como Soluciones basadas en la Naturaleza, asociadas a servicios ecosistémicos tales como la regulación hídrica, la captura y secuestro de carbono, la biodiversidad positiva y la soberanía alimentaria entre otros, son uno de los instrumentos socioecológicos/normativos de especial relevancia para los territorios, toda vez que comprenden un aporte económico de los sectores productivos del país, que podrán ser optimizados si se logra que en su planeación, diseño, implementación y ejecución, concurran los colectivos de la población directamente involucrados en los proyectos (licencia social), las autoridades del Sistema Nacional Ambiental – SINA (licencia ambiental) y las organizaciones que propendan por la sostenibilidad (ambiental, social, económica y de gobernanza).
Resultados de diversas investigaciones científicas demuestran que el cambio climático eventualmente pondrá en peligro las condiciones que han hecho del planeta un lugar habitable para la humanidad. Para enfrentar los desafíos asociados al cambio climático, cada vez somos más conscientes de que la naturaleza provee muchas soluciones para mantener los ecosistemas naturales saludables, así como para ayudar a reducir las consecuencias de la crisis climática por medio de herramientas costo-efectivas y duraderas. Las comunidades rurales del país requieren que los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y la academia actúen de forma sinérgica para brindar soluciones frente a esta crisis climática y medioambiental. Por ello, bien vale la pena recordar los Estándares de la UICN que aplican a las Soluciones basadas en la naturaleza:
Las SbN se basan en ocho criterios (Syarifudin, 2020):
- Responden eficazmente a los desafíos sociales, incluyendo el cambio climático.
- El diseño se adapta a la dimensión.
- Dan lugar a una ganancia neta en términos de biodiversidad e integridad de los ecosistemas.
- Son económicamente viables.
- Se basan en procesos de gobernanza inclusivos, transparentes y empoderadores.
- Ofrecen un equilibrio equitativo entre el logro de sus objetivos principales y la provisión constante de múltiples beneficios.
- Se gestionan de forma adaptativa, con base en datos.
- Son sostenibles y se integran en un contexto jurisdiccional adecuado.
Por ello, el propósito común que nos une – el bienestar humano – dependerá, en gran medida, de saber construir colectivamente y de manera colaborativa, los escenarios deseables que nos plantean retos como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Usted y yo amigo lector, podemos apostar a ello a partir de las Soluciones basadas en la Naturaleza. ¿Para cuándo?